En esta ocasión, de la mano de nuestro querido compañero y amigo, Carlos, realizaremos un interesante recorrido en el entorno de Pico Viejo y las Narices del Teide. Se trata de un paisaje dominado por el negro de las lavas y el picón de la erupción de 1798 de Las Narices del Teide. La excursión es con guagua. Hemos quedado a las 7.00 en
la Antigua Estación de guaguas de La Laguna, a las 7.30 en la rotonda que está en la desviación de la autopista al Mayorazgo en la Orotava. La dificultad de la caminata es de 3 caritas serias, es decir, alta. Para participar en la caminata hay que apuntarse llamando al teléfono del Grupo antes de las 24 horas del próximo jueves. También podéis apuntaros a la caminata enviando un e-mail, antes de las 24 horas del próximo Jueves, a
joseanton45@hotmail.com. Como siempre no os olvidéis de imprimir o fotocopiar del Programa de Actividades, rellenar y firmar la hoja de actividad y entregársela a los guías antes del comienzo de la caminata. Un saludo a todos! "Caminante, no hay camino,........."
A continuación os trasmito un breve mensaje del guía Carlos:
"Comenzaremos en Boca Tauce, en el mirador de “Las Narices
del Teide”. El sendero en el comienzo llanea entre retamas y coladas siguiendo
una pista de tierra por el valle Chafarí con subida suave hasta llegar a la
falda de Pico Viejo en la que inicia un ascenso continuado hasta lo alto de
Pico Viejo.
Pasaremos por las narices
del Teide (sucesión de pequeños cráteres de la última erupción en el Parque Nacional del Teide en 1798) y una vez completado el ascenso, en lo alto de
Pico Viejo tendremos unas vistas espectaculares. El descenso lo haremos por el otro lado de
las coladas de las narices pasando por El Calderón y finalizando en el mismo
punto de inicio.
La ruta tiene un gran desnivel con una distancia total de
unos 15 km y se estima en unas 8 horas
de duración. Iniciaremos aproximadamente
a 1200m ascendiendo hasta los 3135m. El sendero transcurre por terrenos
volcánicos de piroclastos y coladas con poco firme. La ruta se puede considerar
bastante dura por las fuertes pendientes, desnivel acumulado, la altitud y la superficie de picón que hace difícil el
avanzar, tres caritas serias.
Hacia las diez de la noche del 9 de junio de 1798, las poblaciones de la
banda meridional de Tenerife, y especialmente por la parte de Guía y Chío, la
más próxima a las Cañadas, se oyó una fuerte detonación y se observó que la
montaña de Chahorra, contigua al Pico de Teide, lanzaba llamas y materias
volcánicas. Estas erupciones duraron, acompañadas de un ruido que esparció el
espanto en la isla entera, por espacio de tres días. Al muy poco tiempo se
abrió otro cráter en el vértice de la montaña a una milla del primero,
debilitando la acción de éste, que vomitó también torrentes de lava. Poco
distante de este cráter se abrió un tercero, cuyas explosiones se sucedían con
gran rapidez. Por último, una cuarta grieta dejó escapar torbellinos de humo y
piedras candentes. Esta erupción produjo los cuatro conos que se ven en la
actualidad y que visitó Mr. de Buch en 1818. Según las observaciones de este
geólogo, están situados en una misma línea, que se extiende de norte a sur,
desde la base de la montaña de Chahorra hasta el pie de las escarpas del circo
de las Cañadas.
Los cuatro conos se hallan colocados en una pendiente de tal manera rápida,
que el primero parece muy elevado relativamente a los de abajo. La corriente
principal emergió del tercer cono, cuyas paredes están todavía cubiertas de
azufre cristalizado. La lava ha corrido en el recinto de las Cañadas y se ha
extendido hasta la base de «los Roques»: sus caracteres son los de una basanita
mezclada con cristales de rhyakolita y de escorias negras de reflejo metálico.
Todos estos diferentes respiraderos se abrieron sucesivamente durante los
siete primeros días de la catástrofe. De una relación del fenómeno hecha por
Bernardo, testigo presencial del mismo, tomamos la descripción:
Las detonaciones del volcán son de naturalezas diferentes: unas se asemejan
al estampido del trueno, otras al ruido de una gran masa en ebullición en una
inmensa caldera, suponiendo que sea posible formarse idea de una caldera de
semejantes dimensiones. Ora la explosión es repentina, tan rápida como una
descarga de artillería continuada y muy nutrida; ora imita, hasta dar lugar a
equivocación, el silbido y el especial ruido de la bomba. La detonación se oye
siempre antes de la explosión. Los torrentes de lava que han surgido de los
diversos cráteres, han formado, en ciertos sitios, conjuntos de piedras de
materias de más de veinte pies de elevación, y aún cuando estos macizos no
estén inflamados en los puntos más lejanos de las bocas que los vomitaron, no
por eso dejan de ganar terreno."